Volar ha sido siempre un sueño de la humanidad y conseguirlo un logro. A mediados del siglo XV, pioneros como Leonardo da Vinci dedicaron parte de su carrera a investigar cómo hacer posible el vuelo de algo más pesado que el aire. A partir de este momento, y en el transcurso de la historia de la aviación hasta el día de hoy, otros experimentadores como los hermanos Wright han hecho posible que actualmente puedan volar aviones de toneladas.
Poco a poco, se determinó que en el vuelo existen cuatro fuerzas que actúan y son estas las responsables de que un avión vuele. Éstas son: el empuje, la sustentación, el peso y la resistencia.
La aerodinámica es la rama de la mecánica de fluidos que estudia las acciones que aparecen sobre los cuerpos sólidos cuando existe un movimiento relativo entre estos y el fluido que los baña, siendo este último un gas.
Las alas de una aeronave son las responsables de la sustentación dinámica. Gracias a la curvatura de las alas, el aire fluye a mayor velocidad por encima que por debajo. A determinadas velocidades que el piloto debe conocer, la succión supone suficiente como para que la gravedad sea contrastada y el vuelo tenga lugar. A esto se le denomina “Teorema de Bernoulli”.
Así que los aviones vuelan porque hay una presión de aire diferente por encima y por debajo de las alas. Durante el vuelo se producen turbulencias de aire (resistencia del aire) en las alas, lo que hace que la aeronave se ralentice. Por lo tanto, la forma y la calidad de la superficie de una aeronave juegan un papel muy destacado en la resistencia del aire. Cuanta menos resistencia hay que superar durante el vuelo, menos queroseno tiene que quemarse para generar empuje.
Esta es una explicación simple y no matemática ya que hay muchos otros factores que influyen.